La preocupación viene del griego “mérimna” que quiere decir “afán, ansiedad y preocupación”. La preocupación es algo que desagrada a Dios, porque hace que no creamos a Sus Promesas. Hoy la iglesia manifiesta con sus labios confianza en Dios, pero sin embargo nuestra vida es de una constante preocupación e incredulidad.
¿En dónde trabajaré el próximo año?, ¿tendré para comer el día de mañana?, ¿tendré el sustento suficiente para mis hijos?, ¿me alcanzará el sustento para mis estudios universitarios?, ¿cuándo tendré una casa?, ¿aumentará mi cuenta en el banco?, estas y muchas preguntas más, hacen que nosotros como hijos de Dios no tengamos una vida tranquila, dejándola que fluya y disfrutando de lo que Dios nos bendice cada día. Esto me lleva a pensar que tal vez nunca meditamos seriamente en el versículo bíblico que dijo nuestro Señor Jesucristo en Mateo 7:9-10 «¿Qué hombre hay de vosotros, que, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?», Dios siempre promete suplir nuestras necesidades, así como de las aves, pero no nuestros deseos avaros y egocéntricos.
Muchas veces nuestra avaricia y ambición por muchas cosas nos trae serios problemas de preocupación, no estamos contentos con lo que Dios nos bendice, sino que siempre estamos ansiosos por querer más, y esa avaricia humana hace que nuestra vida ande acompañada de gran carga de preocupación, problemas o ansiedad.
Reflexionemos juntos: ¿Qué es lo que más te preocupa? ¿Estás buscando primeramente el reino de Dios y su justicia? ¿Estoy afanado por acaparar cosas?
¡Dios te bendiga hoy!