¿Cómo ayudar a mi amigo con ansiedad?

Cuando las personas tienen problemas, pierden la habilidad de pedir ayuda, por eso debemos estimularlos a poner sus sentimientos en palabras. Muchos están encerrados en sí mismos, con temor o con vergüenza de compartir lo que les está pasando. Tienen la secreta y falsa idea de que lo que les hace sufrir les sucede solo a ellos. Temen que al hablarlo con alguien sean juzgados o incomprendidos. Por eso es sumamente importante acercarse a ellos con empatía y buena disposición de escucharlos.

Las emociones fueron dadas por Dios y son buenas en su propio contexto. Ellos necesitan quitarse el peso de sentir que está mal estar preocupados, enojados, ansiosos o deprimidos. Lo que no es bueno es permanecer con esas emociones o en esas condiciones y expresarlas luego de manera destructiva. Si logramos que ellos admitan su ansiedad y acepten que existe un problema, ese será el primer paso para llegar a una solución.

Entre otras acciones positivas que podríamos tomar para ayudarlos, mencionaremos 3 estímulos fundamentales (además de orar por ellos y animarlos a confiar en Dios y descansar en su amor) que no pueden faltar a la hora de tratar con amigos que están lidiando con la ansiedad.

1. Estimularlos a hablar

Para lograr que ellos se expresen es crucial nuestro rol haciendo un buen uso de las preguntas. Las mismas deben ser fáciles de entender y aptas para ser respondidas brevemente. Evitemos las preguntas triviales y utilicemos las que los ayuden a reflexionar y repensar la situación difícil por la que están atravesando. Las preguntas pueden permitir un reenfoque diferente de la situación dándoles la alternativa de otra mirada acerca del asunto.

 Algunas de ellas podrían ser: ¿Qué piensas de lo que te pasa? ¿Qué sientes? ¿Qué crees que te está pasando? ¿Tienes alguna idea de la causa? ¿Cómo te limita este problema? ¿Qué cambiarías de tu entorno? Si queremos tener éxito en un encuentro de este tipo, preparémonos para ser parte de un diálogo en el que estemos dispuestos a escuchar más de lo que hablemos.

2. Estimularlos a pensar

La palabra de Dios dice en Isaías 26:3: “¡Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti; a todos los que concentran en ti sus pensamientos! “(NTV)

Tenemos que saber que los pensamientos son un factor muy importante en la generación o disminución de la ansiedad. Las personas sufren más por lo que piensan de las situaciones que están viviendo que por las situaciones en sí.

Las ansiedades se generan en la mente a través de pensamientos negativos o catastróficos y las distorsiones del pensamiento incrementan la tensión. Es importante detectarlos y ayudar a la creación de pensamientos alternativos, más positivos y generadores de un cambio. En su mente, los jóvenes deben remplazar los pensamientos negativos por otros que sean más positivos. Es necesario que sepan que sus suposiciones catastróficas no son solamente irreales, sino también innecesarias y auto derrotistas, y por lo tanto pueden ser desafiadas y cambiadas.

En 2 Corintios 10:4-5 nos dice “Usamos las armas poderosas de Dios, no las del mundo, para derribar las fortalezas del razonamiento humano y para destruir argumentos falsos.  Destruimos todo obstáculo de arrogancia que impide que la gente conozca a Dios. Capturamos los pensamientos rebeldes y enseñamos a las personas a obedecer a Cristo.” (NTV)

Los cambios en la conducta vienen por un cambio en la manera de pensar, y las herramientas para lograrlo son espirituales.

3. Estimularlos a actuar

Debemos estimularlos a actuar. Decidir racionalmente qué hacer sobre alguna situación que les preocupa es un paso difícil. Pero los cambios se darán si ellos asumen como propios los objetivos a conseguir, lo que los hará sentirse autónomos. Sentarse a esperar que un adolescente se disponga a actuar sin ningún tipo de motivación, en general no dará resultado.

Es necesario alguna clase de estímulo. Y la motivación más efectiva es recompensarlos con aprecio y afirmación. El resultado es mucho mayor cuando se logra que ellos realicen una tarea que ellos mismos eligen hacer, sintiéndola como suya en lugar de estar haciendo algo por obligación. Por lo tanto, dicha tarea a realizar debe ser consensuada con ellos, brindándoles la confianza necesaria de que ellos pueden llevar adelante una acción de igual manera que los demás.

Usualmente una persona se motivará con la tarea encargada de acuerdo con la actitud que nosotros tengamos. Precisamos hacerlo con amor y afirmación, ya que lo que destruye la motivación es la crítica, el perfeccionismo y la exigencia. Es importante que ellos lleguen a reconocer que los errores no constituyen fracasos y que la incertidumbre no es una amenaza.

Finalmente, nunca olvidemos tener la flexibilidad y la mente abierta que se necesitan para tratar con personas, más aún en el caso de jóvenes o adolescentes que están padeciendo a causa del trastorno de la ansiedad. Es posible que nuestros planes, pronósticos y deseos no se vean plasmados en la realidad tal cual los imaginamos previamente. Como líderes, como padres o como amigos, dejémonos guiar por el Espíritu Santo para transmitir serenidad con nuestro trato y generar un ambiente seguro y confiable con nuestra actitud.

Bibliografía:

“Ansiedad. Cómo gestionar el mal de la época”. de Daniel y Élida Rota.

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